Los apasionados por las historias de guerra seguramente están familiarizados con la historia de Henry Tandey, un militar británico de la Primera Guerra Mundial quien en un acto de compasión y honorabilidad decidió no disparar a un soldado enemigo herido – sólo para darse cuenta más tarde que aquel joven tendido en el terreno era Adolfo Hitler, años antes de llegar a la cima del poder en Alemania.
Un as de la Luftwaffe que guió un bombardero norteamericano a la seguridad
En diciembre del año 1943, el piloto alemán Hanz Stigler, integrante de la Luftwaffe, una división de las fuerzas armadas mejor conocida como la fuerza aérea alemana, tenía razones de sobra para abatir a un bombardero estadounidense B-17 que estaba frente a él. Los aliados ya se habían cobrado la vida de su hermano al inicio de la guerra y en ese momento bombardeaban constantemente las ciudades alemanas. Y no sólo eso, si Stigler hubiera abatido ese bombardero en particular, hubiera completado su puntuación de muertes para llevarse a casa el equivalente alemán de la Medalla de Honor.
Mientras Stigler se preparaba para jalar del gatillo, le resultó extraño que el bombardero no le respondiera con un ataque defensivo. Cuando miró más de cerca, se dio cuenta de que los artilleros habían perdido la vida y que casi toda la tripulación se encontraba herida. El avión había pasado por una lluvia de balas y apenas podía mantenerse en el aire. En su corazón, Stigler sabía que si jalaba del gatillo estaría matando hombres a sangre fría. En lugar de esto, optó por la honorabilidad: dirigió al piloto estadounidense y voló con el bombardero para evitar que fuera blanco de las baterías antiaéreas.
Stigler hizo de escolta del avión hasta que llegaron al Mar del Norte, donde regreso y saludó a sus enemigos por última vez. Cincuenta años más tare, el piloto estadounidense Charles Brown logró rastrear con éxito al hombre que les había perdonado la vida. Los dos veteranos de guerra se volvieron mejores amigos y, como muestra de gratitud, Brown hizo de Stigler invitado de honor en una reunión que había planeado con su tripulación. Estos mostraron a Stigler un video de sus hijos y nietos, quienes nunca habrían llegado a existir si no fuera por su acto de compasión.
Mario Tonelli fue uno de los 72,000 hombres que participaron en la infame Marcha de la Muerte de Bataan en 1942, en la que el ejército japonés obligó a las derrotadas fuerzas filipino-estadounidenses a caminar desde su antiguo bastión de Bataan hacia los campos de concentración próximos. En el transcurso de la marcha, que duró varios días, miles de prisioneros murieron en el camino debido a alguna enfermedad o lesión. Además, tenían que soportar el brutal trato de los captores que los reprimían con las bayonetas o les disparaban a los que no podían continuar.
De la misma forma que sus compañeros, Tonelli estaba exhausto y a punto de tirar la toalla cuando encontró una fuente inesperada de inspiración. Todo comenzó cuando un soldado japonés se llevó el anillo de clase de Tonelli. Tonelli había sido una estrella de fútbol americano en la universidad de Notre Dame y usaba este mismo anillo en Filipinas. Poco después, un funcionario japonés llegó hasta el asombrado Tonelli y le devolvió el anillo. El hombre le explicó que había sido un estudiante de la Universidad del Sur de California y había visto al equipo de Notre Dame de Tonelli derrotar de forma decisiva a su equipo en 1937. Sabía lo mucho que significaba aquel anillo y tenía que devolverlo. Este pequeño incidente dio a Tonelli el aliento de esperanza que necesitaba para sobrevivir el resto de la guerra.
El Mayor alemán que desafió a la SS.
Karl Plagge sabía que danzaba con la muerte cada vez que ocultaba a judíos de la SS, pero le importaba muy poco. De profesión ingeniero, Plagge militó con el Partido Nazi, pero dejó el grupo después de haberse revelado contra la ideología racista de sus miembros. Luego del estallido de la guerra, fue encomendado para dirigir una unidad de reparación de vehículos del ejército en Vilnius, capital de Lituania. Era una época característica por las campañas de exterminio llevadas a cabo por las SS, y a pesar de esto Plagge se organizó rápidamente para salvar a tantos judíos como le fuera posible.
Plagge reunió al mayor número de hombres judíos que le fue posible, y con toda seriedad afirmó ante la SS que todos eran mecánicos cualificados (no lo eran). Milagrosamente, el hombre también se las arregló para convencer a la SS de que fueran acompañados de sus esposas e hijos al campamento, ya que su presencia podría aumentar su productividad. Dentro del campo, trataba a sus trabajadores bien y a menudo encontraba la forma de debilitar a la siempre vigilante SS.
Uno de sus más audaces movimientos ocurrió en 1944, cuando los alemanes fueron rechazados por los soviéticos. Plagge sabía que la SS sería intentaría matar a todos en el campo antes de la evacuación, así que le dijo dijo a sus trabajados: “Durante esta evacuación serán escoltados por la SS, que, como ustedes saben, es una organización dedicada a la protección de los refugiados. Por lo tanto, no hay nada de qué preocuparse… “.
Todos entendieron la indirecta y la mayoría logró escapar antes de la llegada de la SS el día siguiente. Por sus acciones, en 2004 Plagge fue colocado de forma debida en Justos entre las Naciones – título que reciben aquellas personas que ayudaron a los judíos a escapar del Holocausto.
El Kaiser que permitió a un prisionero de guerra británico visitar a su madre.
El Kaiser Wilhelm II era más conocido por su impredecible temperamento que por una actitud de hombre amable. Sin embargo, hizo un acto increíble de compasión durante la Primera Guerra Mundial, al permitir que un soldado británico preso visitara a su madre enferma en casa. El Capitán Robert Campbell fue capturado a principios de la guerra y encerrado en un campo de prisioneros en Alemania, cuando recibió la noticia de que su madre, enferma de cáncer, estaba agonizando. Campbell le pidió por escrito al Kaiser que le dejaran ver a su madre por última vez.
Increíblemente, el Kaiser aprobó su petición y dio permiso para que Campbell saliera – con la condición de que volviera a la prisión luego de terminada la visita. Campbell se quedó con su madre durante una semana y, como un verdadero hombre, sostuvo su palabra y obedientemente volvió a prisión, donde permaneció hasta el final de la guerra.
El General alemán que tomó té con comandos británicos.
Para cualquier efecto, el general alemán Erwin Rommel era un soldado profesional de la más alta clase, que, por desgracia, pasó a trabajar para el bando contrario. Admirado tanto por sus propios hombres como por el enemigo, Rommel se negó a seguir órdenes que consideraba incorrectas, como la ejecución de comandos enemigos capturados tras líneas alemanas.
La profesionalidad de Rommel quedó de manifiesto cuando les salvó la vida a dos miembros de los Comandos británicos – un grupo de élite formado durante la Segunda Guerra Mundial para infiltrarse tras las líneas enemigas – que fueron capturados en la costa francesa en 1944. Los dos hombres, Roy Wooldridge y George Lane, estaban estudiando las minas de la zona cuando fueron capturados y retenidos por una patrulla alemana. Aunque Rommel tenía todos los motivos para fusilarlos (especialmente desde que los comandos británicos habían intentado asesinarlo con antelación en dos ocasiones), una vez más desafió el protocolo e incluso invitó a Lane a unírsele para la hora del té y los sandwiches. Luego, envió al par de agentes a la prisión, en lugar de entregarlos a la Gestapo o la SS. Más tarde, Lane sostuvo que él no estaría vivo si no fuera por esa oportuna taza de té con Rommel.
"La guerra es la más grande plaga que azota a la humanidad; destruye la religión, destruye naciones, destruye familias. Es el peor de los males." - Martín Lutero
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